viernes, 20 de febrero de 2009

El hombre ciencia



Se peleó con TyC Sports en su época de periodista deportivo. Algunos lo candidatearon en 2008 para dirigir el INDEC. Otros dicen que su palabra fue decisiva para la creación del Ministerio de Ciencia. Símbolo de la divulgación científica tras el éxito editorial de sus libros, Paenza sigue siendo, ante todo, un apasionado docente de matemáticas.

El largo camino de Adrián Paenza en el periodismo comenzó con el deporte, lo que lo convirtió en un profesional reconocido. Pese a esa exposición mediática nunca abandonó su otra pasión: la matemática. Luego de su abrupta salida del programa Fútbol de Primera, sus caminos lentamente se fueron juntando y lo convirtieron en uno de los principales difusores del mundo científico y matemático. Además de sus programas televisivos y sus colaboraciones con Página 12, Paenza refuerza esa senda con la serie de libros Matemática… ¿estás ahí?, que lleva cuatro ediciones y cientos de miles de ejemplares vendidos.

—¿Cuál es el secreto para que un libro de matemática tenga éxito editorial?

—Esa es una pregunta complicada de contestar, si yo supiera por qué se venden de la manera que se venden los hubiera escrito hace 20 años.

—¿Puede ser en parte porque es un personaje conocido por la televisión?

—Quizá, o por la fe de la editorial que para la primera edición publicó 4.000 libros y no 3.000 como se acostumbra. O como el hecho inédito de arrancar en la segunda edición con 40.000 ejemplares. Contamos también con una buena actitud en la prensa para la difusión, en programas de radio y en distintos medios. Este fue un aporte fundamental para la promoción de la edición, que a esa altura no había manera de pagarla. Así que esto se pudo lograr por la buena onda de comunicadores que yo conozco. Pero no sé si esa fue la causa del éxito.

—La intención de los libros es decodificar la matemática y meterla en un terreno más cotidiano para la gente, alejándola de la estructura de lo que se aprende en el colegio.

—Sí, pero más pasa por la percepción que tiene la gente de lo que es la matemática, que en general no es lo que la gente supone que es. En realidad, lo que nos enseñan es una parte muy reducida, pequeña y muy estructurada. Por lo que la percepción indicaría que no hay nada que hacer y que en la matemática está todo hecho. Y eso no es cierto, se trata de una ciencia que está viva y activa, donde se publican más de 200.000 teoremas por año, en revistas especializadas, y hay un montón de problemas que están hace muchos años sin resolverse. A algunos se les encontró la solución, como a la conjetura de Fermat, después de 400 años. Sin embargo, si estuvieran mucho más al alcance de la mano para que la gente pueda acceder a conocerlos sería más natural hablar de matemática y no tener que hacer una especie de cruzada internacional tratando de explicar que la matemática no es lo que la gente cree que es.

—Da la sensación que la matemática es algo abierto. Hace poco mi hija de 5 años me preguntó por qué los números eran infinitos y le contesté que era porque a un número se le podía sumar uno indefinidamente.

—A mí lo que me llama la atención es lo que la nena le preguntó, que es algo natural de un chico. Y se pregunta: “¿pero como para cada número hay uno más grande?”. Esa noción, que a uno lo deja perplejo, la traen los chicos desde la cuna. Nosotros después terminamos domando y arruinando esa capacidad de perplejidad, de sorpresa y de tratar de elaborar y descubrir, eso que justamente hizo su hija, que es esencialmente estar haciendo matemática. Y lo que usted pueda contarle es un aporte muy valioso. Además, para esos casos contamos con la curiosidad propia de los chicos y la tarea de los docentes, es decir la nuestra, que es tratar de colaborar con ellos. No tanto a descubrir las respuestas, porque eso dependerá mucho de la relación que tenga el docente con el chico, pero más que nada acompañarlo en sus propias dudas.

—Esa pregunta me puso en un brete porque no le podía contestar cualquier cosa, es decir que hasta a mí me hizo hacer un trabajo.

—Bueno, esa es una tarea extraordinaria para los padres, para los chicos y una oportunidad que tenemos ahora. Además, cuando yo era chico la estructura estaba dada de manera tal que uno aprendía en el colegio. Esa era la fuente natural de conocimiento, ocupaba por arriba de un 90% de la información que le llegaba a un niño. Lo cual no quiere decir que esté mal, pero ahora hay una usina generadora de noticias alrededor nuestro que bombardea con una gran cantidad de cosas. Por lo cual las dudas que se generan son otras. Nosotros no sé si estamos preparados todo el tiempo para poder coexistir con esas dudas y así descartamos cosas buscando cerrar el problema lo más rápido posible. Esto lo hacemos para no generar la angustia tener un problema abierto y muchas veces lo que uno debería hacer es estimular eso, la capacidad para poder dudar.

—Las anteriores generaciones tenían a la matemática y la física como algo estructurado, difícil de comprender.

—Lo que pasa es que uno resolvía problemas que no tenía. A nosotros nos daban una teoría hecha. Esto se sigue haciendo hoy, nos dan respuestas a preguntas que no nos sirven, entonces es muy aburrido para cualquiera, ya sea de matemática, física o lo que sea. Uno tiene ganas de descubrir algo que lo ayude a resolver los problemas que tiene. No aquello que les pasó a otros en otro momento, con los cuales generaron una teoría que aparece pulida en los ojos de alguien que mira sorprendido preguntando para qué sirve eso. Es decir que no resuelven los problemas cotidianos.

La matemática tiene una fuente de recursos maravillosos para poder pensar, genera estructuras lógicas y uno desarrolla la búsqueda de patrones, que es la definición más aceptada que hay hoy de lo que hace la matemática. Eso, inadvertidamente, a uno le va incorporando un bagaje de experiencias que no sabe cuándo le va a servir, pero va estructurando una red de contención. Una red lógica que se genera naturalmente y esto, en general, no está ligado con la matemática, que se la asocia más a una percepción popular sobre una persona que hace cuentas, que resuelve ecuaciones, es decir hace algo que realmente no se sabe para qué sirve. Por otro lado, hay una suerte de mística de que la matemática está en todas partes, pero uno no sabe dónde. Uno podría decir que sirve para resolver los problemas de encriptar mensajes o para mandar el número de una tarjeta de crédito para comprar por Internet o para sacar dinero en un cajero automático o un password de una cuenta electrónica. Todas estas cosas son ciertas, pero ¿dónde está la matemática?¿Está escondida en alguna parte? Bueno, cuando llega el momento uno la llega a ver.

—¿La parte práctica, digamos?

—Es muy difícil establecer de antemano dónde se va a usar. Cuando usted tiene un problema trata de conseguir las herramientas para resolverlo. Después, uno se da cuenta que si ha tenido tantas veces problemas con tornillos, le conviene tener una caja de destornilladores. Ahora, si uno nunca vio un tornillo, ¿para qué va a tener destornilladores en la caja?

—¿Esta saga va tener muchos capítulos más o todavía no está definido?

—Presenté en noviembre el cuarto episodio (episodio 100) y yo tengo ganas de seguir, de hecho empecé a escribir el libro cinco, que ya con la editorial arreglamos que lo íbamos a hacer. No tengo idea porque yo nunca creí que iba a escribir alguno y andar por el quinto es una cosa rara. No quisiera ponerle un límite porque no sé, por ahora yo sigo entusiasmado y con ganas de seguir escribiendo. Carlos Díaz, que es el director de la editorial Siglo XXI, me dijo: “vos escribí, que yo te lo publico”, lo cual es un privilegio enorme para cualquier autor. Por el momento, no me dijo que pare porque no hay interés, pero en algún momento me lo va a decir y ese día veré lo que hago. Por ahora sigo.

—De Fútbol de Primera para acá hubo un gran cambio en su vida, al menos mediáticamente.

—Todo en la vida marca una evolución. Tuve el privilegio de trabajar como periodista dedicado al deporte en fútbol, también trabajé mucho con la NBA durante muchos años y luego el conflicto con Torneos y Competencias me llevó hacia al campo de la política y trabajé en la revista Veintitrés, en Día D y Periodistas, por lo que estuve más de 10 años dedicado a un periodismo más general. Después, como yo me radiqué en Chicago y no podía sostener un programa ni diario, ni semanal, se presentó la oportunidad de hacer programas como Científicos Industria Argentina, Laboratorio de Ideas, Explora o Alterados por Pi, programas más dedicados a la ciencia o a la matemática y que no están conectados con la cotidianidad. Esto me permite estar en Chicago y después tener presencia viajando un par de veces por año. Cuando viajo a Buenos Aires grabo 30 programas por mes, lo que desde este lugar también es un privilegio. Y lo puedo hacer porque Claudio Martínez, productor ejecutivo de todos mis programas de televisión, me tiene mucha confianza. Además, escribo para Página 12, lo que es una apuesta muy alta de Ernesto Tiffenberg. Otro apoyo importante es Diego Golombek, el director de esta colección de libros, que fue el que me impulsó a que escribiera sobre matemática, a pesar de que yo creí que no le iba a interesar a nadie. Evidentemente él se dio cuenta que sí y se jugó por eso. Carlos Díaz, Diego Golombek, Claudio Martínez y Tiffenberg son las cuatro personas en las que todo esto está sustentado en cada uno de los lugares que aparezco como la televisión, los libros, el diario, las revistas. Todo eso se lo debo a ellos y son los que se tienen que quedar con el crédito.

—Alguna vez sonó su nombre para dirigir el INDEC, ¿qué hay de cierto en eso?

—Mire, me sentí muy halagado por todos. Hay mucha gente que es muy generosa conmigo y en el momento que hay cualquier inconveniente con el INDEC hay gente que pensó en mí desde el punto de vista del amigo. Conmigo no habló nadie y tampoco tiene sentido que lo hagan. No tengo nada para decirle más que lo que le dije a Marcelo Zlotogwiazda cuando me hizo una nota. Marcelo es amigo mío y me llamó a Chicago y me dijo que la gente estaba llamando en un momento crítico del INDEC diciendo que proponían mi nombre. De ahí a que eso hubiera tenido viabilidad es otra cosa, pero la verdad no sabría qué decir. Sería contestar sobre una hipótesis que no existe.

www.revista-zoom.com.ar/articulo2929.html

Por Roberto Koira para Revista Zoom

lunes, 9 de febrero de 2009

Por qué tenemos que vivir como los otros dicen


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Hace poco un conductor de radio devenido a opinólogo (y con mucho combustible espiritual) explicaba que pretendía para la Argentina una democracia a la europea y luego se perdía en innumerables lugares comunes que se escuchan habitualmente en los medios masivos de comunicación. Entonces surgió una pregunta: ¿Por qué hay que imitar modelos de país que no fueron pensados para este? Y una respuesta: Para que queremos una democracia a la europea sino no somos europeos. A veces cansa que tantos comunicadores sociales busquen los ejemplos de la Argentina para fuera.
Hay que empezar a vernos en nuestro propio reflejo y dejar de comprar los espejitos de colores que nos venden desde hace 500 años. Es que crecer significa tomar nuestras propias decisiones sin importarnos lo que digan los demás. Y no es filosofía barata, sino una forma de vivir la vida, ya que las personas adquieren su seguridad cuando son ellos mismos sin condicionamientos.
Nadie tiene la verdadera medida de las cosas y es mucho más sano utilizar nuestra propia vara. Si el peronismo es considerado “maldito” por las altas esferas, es que este no puede ser comprendido ni por un europeo, ni por un norteamericano y esto es por una razón fundamental: se trata de un real producto “argentino” para los argentinos.
Por eso hay que dejar de pedir permiso al mundo para lograr nuestros objetivos. Los “países centrales” no son la medida de lo bueno o lo malo, y en algún caso será para que ellos resuelvan sus problemas a su modo. Esto también significa que hay que sacarse ese complejo de inferioridad que tienen muchos latinoamericanos y mirar al “primer mundo” de igual a igual, es decir con otra actitud. Es tanta la idealización que nunca se les encuentra un defecto y acá muchos de los turistas, de los llamados del primer mundo, tienen un olor que certifica que no son muy “adictos” al baño diario. Seremos sudacas pero limpitos.
En Argentina existe el lugar común de decir que somos muy abiertos con los extranjeros, a esto habría que agregarle una salvedad: con los extranjeros blancos y no con todos los argentinos. Y vale un ejemplo: cuando sube una chica “morocha” al colectivo con un bebé la mayoría mira para otro lado y no le cede el asiento que le corresponde. En parte esto se debe a que muchos compatriotas se dicen “gringos” y es como si recién se hubieran bajado del barco que los trajo de Europa. Por eso pareciera que no pertenecen a este país y desprecian a todo lo que huela a latinoamericano. O ¿serán ellos sus propios abuelos que tomaron un tónico para la eterna juventud? Estaría bueno ver a esos “gringos” con pasaporte argentino tratando de entrar a la actual Europa xenófoba, a ver como les va en la “madre patria”.
Por eso si Europa cierra la frontera a los inmigrantes no nos tendría que importar, Latinoamérica no les debe nada y al contrario fueron ellos los que se cansaron de rapiñar los recursos de acá desde la época de la conquista.
En esta idealización de lo extranjero hasta caen los progresistas, ya que muchos despotrican contra los “países centrales” y después se la pasan hablando de cuando alguna vez fueron al “primer mundo”.
Así que dejemos de ser los idiotas “útiles” y serviles de los gringos extranjeros, si después ni siquiera te van a reconocer el favor. Lo único que sirve es mirar para Sudamérica, que son nuestros verdaderos hermanos porque sufren (y sufrieron) lo mismo que nosotros.
Además como dice una canción: “por qué tenemos que vivir como los otros dicen”.

Por Roberto Koira para este Blog.