jueves, 13 de agosto de 2009

La falacia del periodismo independiente


En el genial libro La Chispa de Perón, de Fermín Chávez, se desliza la opinión del General sobre los que se decían “independientes” con una jugosa anécdota. Allí se habla de que Perón en 1967 trataba de hacer un acuerdo con Balbín y las negociaciones se llevaban adelante en Puerta de Hierro. El delegado del líder radical era Facundo Suárez, que le transmitió a Perón la inquietud de Balbín por la opinión de los independientes sobre el acuerdo. A lo que este le explicó: “Pero Facundo, dígale al doctor Balbín que no se preocupe. Esos andan con la escalera al hombro para ver a quien se suben primero”.

Cuando la señal de noticias TN hace un culto sobre el periodismo independiente, la simpleza de Perón para analizar los fenómenos políticos y sociales le da un golpe de nocaut a esa presuntuosa afirmación. Más cuando se tiene en cuenta que esta señal de noticias pertenece al Grupo Clarín, donde permanentemente es avasallada la libertad política de sus periodistas y en donde la censura es moneda corriente.

De esto fui testigo directo en mi breve paso por la redacción del gran diario argentino entre 1999 y 2000 cuando desde el matutino sus periodistas no podían criticar al gobierno de De la Rúa. Cuestión que llegó al pico máximo el día de la renuncia al Ministerio de Economía de José Luis Machinea. En una magistral obra de lo que no debe hacerse en periodismo, en el titular de la tapa se hablaba en potencial de los posibles reemplazantes y minimizaba la noticia que con todas las letras era la más importante: la renuncia del Ministro de Economía, indicada más chica en la volanta. Luego De la Rúa con su desastroso gobierno se encargó de que oportunamente el Grupo le soltara la mano.

Otro ejemplo de que la censura atraviesa la mayoría de los medios, la comprobé en la redacción del diario La Razón, en la época en que uno de los dueños era Juan Alemann. Allí, si se tenía que nombrar a Augusto Pinochet estaba prohibido agregarle la palabra dictador, y menos asesino. Solo se lo podía llamar como ex militar. Cuando el Grupo Clarín compró el vespertino, fundado por los Peralta Ramos, Alemann siguió escribiendo ahí pese a que había sido un notable ex funcionario de la dictadura. Otra perlita más de las complicidades y el doble discurso que reina en los paladines del “periodismo independiente”.

En La Razón trabajaba también Pablo Llonto, que venía de ser otra víctima del “periodismo independiente”: por defender los derechos de sus compañeros de Clarín, cuando era delegado gremial, no se le permitió ingresar a trabajar al diario a partir del año ‘91 y en 1999 fue despedido de la empresa por un fallo de la Corte Suprema menemista.

Los que marcan la agenda

Por eso, da bronca que ninguno de los medios de comunicación actuales salga de la agenda que marcan los grandes grupos, ya sea por derecha o por izquierda. Hasta ahora, ninguno despegó de esa lógica y todos siguen la evolución de las mismas noticias. Con esto se abusa en la sobreinformación y la poca profundización, junto con el ocultamiento de los temas más espinosos o que tocan grandes intereses económicos.

Nunca podemos ver en ninguna portada a cuánto asciende la evasión a través de la timba financiera, que vuelve necesaria una ley que regule esa actividad para que pague sus correspondientes impuestos. O quiénes son los dueños de los grandes pooles de siembra o los dueños de las tierras. O los nombres de los que talan árboles para sembrar soja. O los que evaden impuestos y se llevan la plata al exterior. Eso no es noticia para quienes permanentemente nos inundan con datos irrelevantes de la realidad o quieren que muchas personas vivan vidas ajenas, como si fuera una cuestión nacional que Susana Giménez debe tener o no un nuevo novio.

El desafió pasa por no caer en la trampa de lo que te imponen sea noticia. El sueño de un medio con criterio propio no es imposible. El periodismo no se hace con personas sin ideología, todo lo contrario. Por lo que sería sano que cada uno asuma su identidad política y sea consecuente con eso. Muchos confunden periodismo con una eterna editorial de crítica y antioficialismo, cuando lo que vale es lo que se piensa. No está mal ser oficialista si el gobierno de turno coincide con la ideología de uno, porque si no queda libre el camino para los que son oficialistas por cuestiones de bolsillo.

Cuando cada uno asuma su identidad política sin tapujos y sin ocultamientos se podrá hacer un periodismo mejor, aunque suene a utopía.

http://www.revista-zoom.com.ar/articulo3241.html

Por Roberto Koira para Revista Zoom

lunes, 3 de agosto de 2009

Los “periodistas” del Grupo Clarín (excelente comentario de Rebelión)

La Noble Ernestina, de Pablo Llonto: El extraño caso de un periodista argentino ejerciendo un supremo acto de libertad

Rebelión y Tlaxcala


Pablo Llonto trabajó en el diario Clarín de Buenos Aires entre 1978 y 1999. Desde 1984 fue delegado sindical. Es periodista y abogado, “una de las causas por las que Clarín no me dejó entrar más, bajo la acusación de que no podía tolerar a un delegado que además es delegado y le dice a la gente lo que tiene derecho a reclamar y además los patrocina”.

Coherente con sus dos profesiones, el autor no escatima en pruebas que demuestran los cargos que pesan sobre Ernestina Herrera de Noble, dueña del monopolio: nada menos que apropiación de bebes hijos de detenidos desaparecidos durante la dictadura militar.

A partir de allí entramos en el largo y sinuoso camino, no exento de magnificencia, que conduce a la impunidad que en Argentina se otorga a los criminales adinerados.

No es un hecho menor, desde ya, el juicio y prisión al que han sido sometidos algunos de los genocidas, y los próximos juicios a realizarse. Pero justamente por ello, ¿hasta cuándo gozará de prebendas judiciales la viuda del fundador del diario Clarín y sus cómplices en el delito de apropiación? ¿Por qué de eso no se habla? ¿Por qué ella y sus secuaces son considerados personas respetables por la opinión pública? ¿Será, tal vez, que la corporación periodística argentina no se da por aludida ante este hecho? ¿Será que la cláusula de conciencia por aquí no se escucha?

No olvidemos que la mayoría de los empleados del monopolio dicen ser periodistas, y como si eso fuera poco, dicen ser “periodistas independientes”.

A lo largo de la investigación, Pablo Llonto relata una serie de circunstancias que nos demuestran claramente por qué actúan como actúan y por qué, justamente, son lo que son: “tinterillos”. Vayan tan solo dos ejemplos:

Nadie en toda la empresa se rebela ante la existencia de “los archivos de inteligencia más completos de los periodistas argentinos que descansa en el tercer piso del edificio de Clarín. Allí, cuenta Llonto, se guardan encarpetados los legajos con los seguimientos a cada redactor, realizados por agencias privadas de investigación: “Las planillas se separan por rubros: Antecedentes ideológicos, Antecedentes penales y Antecedentes ideológicos”. O sea, los periodistas del grupo saben que son investigados y lo aceptan... Es muy pero muy impresionante constatar en estos empleados que el esclavo se ha hecho cargo de las razones del amo y las ha hecho suyas, y luchan por ellas, las defienden como propias en nombre de una libertad de prensa mancillada por ellos mismos.

En 1992, los reporteros gráficos recibían un modelo de nota dirigida a la directora, Ernestina Herrera de Noble, en la que cada fotógrafo manifestaba que cedía a la empresa los derechos de autor de todas las fotografías que sacara de allí en adelante y de todo su material de archivo. Llonto reproduce el texto: “Por la presente dejo constancia que en virtud de la relación permanente que me une al diario Clarín, las fotografías que se publiquen con mi nombre han sido adquiridas por la sociedad Artegráfico Editorial Argentino S.A. [o sea, Clarín] y son propiedad de la misma. La precedente manifestación tiene el alcance de reconocer que ha cedido al diario el derecho de reproducción de tales fotografías y la consecuente facultad para oponerse a que la misma se efectué por mí o por terceros sin autorización”.

El fin era crear un departamento de venta de fotos a terceros. Así, la ley 11723, protectora de los derechos de autor, creada por el fundador de Clarín, Roberto Jorge Noble, era derogada en su propio diario, por su viuda y su alter ego Héctor Magneto. Al que no firmaba se le sacaba el crédito de la foto: “...ni los delegados que guardaban largo silencio, y mucho menos los gremios, convocaron a la gente a asambleas. Un solo fotógrafo, uno, 1 se animó a negarse, y por supuesto fue despedido, se trató de Ángel Juárez... vaya a saber en que andaban los talibanes del derecho de autor que asolan las pampas argentinas.”

Para muestra es bastante y da asco. Es indignante e irracional la actitud de los periodistas-empleados. Y más asco da la genuflexión actual ante el poder del monopolio. Pablo Llonto, en una muestra más de su absoluta dignidad, de alguna manera los disculpa y los entiende. Sostiene en el prólogo: “El terror a las represalias de los por ahora anónimos informantes , la mayoría de ellos ya sin relación con Clarín, merece respeto. Y sería injusto mencionar a los que sí autorizaron su publicación ya que dejarían a los demás como cobardes”. Yo me pregunto, ¿cómo llamarlos, si no? ¿Cuál es el otro nombre para designar la cobardía?

A esta misma línea de los “no-llamados cobardes” responden las “estrellas” del periodismo actual que se ven, escuchan y leen todos los días en alguno de los medios del grupo, y que despotrican por la falta de libertad de prensa, cuando la realidad no concuerda con la de la dueña de sus vidas.

Leer y difundir el libro de Pablo Llonto es un deber de conciencia para todos aquellos que todavía creemos en la libertad y en que de alguna manera hay que recuperar la conciencia.

La cobardía nunca es un buen lugar para vivir.

La Noble Ernestina, Editorial Punto de Encuentro 2007.