Hace poco un conductor de radio devenido a opinólogo (y con mucho combustible espiritual) explicaba que pretendía para la Argentina una democracia a la europea y luego se perdía en innumerables lugares comunes que se escuchan habitualmente en los medios masivos de comunicación. Entonces surgió una pregunta: ¿Por qué hay que imitar modelos de país que no fueron pensados para este? Y una respuesta: Para que queremos una democracia a la europea sino no somos europeos. A veces cansa que tantos comunicadores sociales busquen los ejemplos de la Argentina para fuera.
Hay que empezar a vernos en nuestro propio reflejo y dejar de comprar los espejitos de colores que nos venden desde hace 500 años. Es que crecer significa tomar nuestras propias decisiones sin importarnos lo que digan los demás. Y no es filosofía barata, sino una forma de vivir la vida, ya que las personas adquieren su seguridad cuando son ellos mismos sin condicionamientos.
Nadie tiene la verdadera medida de las cosas y es mucho más sano utilizar nuestra propia vara. Si el peronismo es considerado “maldito” por las altas esferas, es que este no puede ser comprendido ni por un europeo, ni por un norteamericano y esto es por una razón fundamental: se trata de un real producto “argentino” para los argentinos.
Por eso hay que dejar de pedir permiso al mundo para lograr nuestros objetivos. Los “países centrales” no son la medida de lo bueno o lo malo, y en algún caso será para que ellos resuelvan sus problemas a su modo. Esto también significa que hay que sacarse ese complejo de inferioridad que tienen muchos latinoamericanos y mirar al “primer mundo” de igual a igual, es decir con otra actitud. Es tanta la idealización que nunca se les encuentra un defecto y acá muchos de los turistas, de los llamados del primer mundo, tienen un olor que certifica que no son muy “adictos” al baño diario. Seremos sudacas pero limpitos.
En Argentina existe el lugar común de decir que somos muy abiertos con los extranjeros, a esto habría que agregarle una salvedad: con los extranjeros blancos y no con todos los argentinos. Y vale un ejemplo: cuando sube una chica “morocha” al colectivo con un bebé la mayoría mira para otro lado y no le cede el asiento que le corresponde. En parte esto se debe a que muchos compatriotas se dicen “gringos” y es como si recién se hubieran bajado del barco que los trajo de Europa. Por eso pareciera que no pertenecen a este país y desprecian a todo lo que huela a latinoamericano. O ¿serán ellos sus propios abuelos que tomaron un tónico para la eterna juventud? Estaría bueno ver a esos “gringos” con pasaporte argentino tratando de entrar a la actual Europa xenófoba, a ver como les va en la “madre patria”.
Por eso si Europa cierra la frontera a los inmigrantes no nos tendría que importar, Latinoamérica no les debe nada y al contrario fueron ellos los que se cansaron de rapiñar los recursos de acá desde la época de la conquista.
En esta idealización de lo extranjero hasta caen los progresistas, ya que muchos despotrican contra los “países centrales” y después se la pasan hablando de cuando alguna vez fueron al “primer mundo”.
Así que dejemos de ser los idiotas “útiles” y serviles de los gringos extranjeros, si después ni siquiera te van a reconocer el favor. Lo único que sirve es mirar para Sudamérica, que son nuestros verdaderos hermanos porque sufren (y sufrieron) lo mismo que nosotros.
Además como dice una canción: “por qué tenemos que vivir como los otros dicen”.
Por Roberto Koira para este Blog.
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