ENTREVISTA A JULIO PIUMATO
Julio Piumato tiene una dilatada trayectoria como militante político y gremial dentro del peronismo. En los ’90, al frente del gremio judicial, formó parte del MTA que luchó contra el menemato. Ahora decidió ponerle el cuerpo a la campaña y va tercero en la lista de diputados que encabeza Carlos Heller. En charla con ZOOM, explica la recuperación política del sindicalismo, el rol del peronismo en la Capital Federal y por qué es fundamental que continúe el modelo iniciado en el 2003 por Néstor Kirchner.
—¿Qué se debate este 28 de junio?
—Lo que está en juego es un proyecto de país. En 2003, la Argentina dio un giro por el agotamiento del modelo neoliberal, que eclosionó en 2001. Con la decisión del ex presidente Kirchner empezamos a recorrer un camino en el que se volvió a las fuentes del movimiento nacional y popular. La mecánica fue recuperar el círculo virtuoso de la economía, que había sido olvidado por esos paradigmas donde lo real se cambiaba por lo virtual y los negocios financieros reemplazaban a los negocios económicos. Eso de hacerse rico sin trabajar y en donde el “sálvese quien pueda” reemplazaba a la solidaridad. O la explotación del hombre por el hombre reemplazaba a “nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”. Este es el concepto solidario, el ABC que generó el peronismo en la Argentina junto con la Justicia Social.
Al principio no hubo tanta resistencia, ya que los sectores del poder económico estaban invalidados debido al desastre que habían generado, y porque además en esa recuperación se beneficiaron. Ahora bien, cuando la Presidenta de la Nación fija como objetivo de su mandato acabar con la exclusión social, lo cual implica profundizar las medidas hacia una justicia social plena, esos sectores reaccionaron. Ellos no podían dejar que se consolide y se profundice este modelo, ya que aspiran a un modelo diferenciado, incluso más pernicioso que el de los ‘90. El suyo es un modelo agro-exportador sojero en función del mercado chino, con especulación financiera y mucho más concentrado.
—Un modelo para pocos.
—Obvio. Ese modelo sojero solo le da respuesta a un 20% de la población. Esto quiere decir que 4 de cada 5 argentinos quedarán marginados. Por eso, los intentos de desestabilización golpista del año pasado. Es verdad que fracasaron, pero mostraron que no había una reivindicación sectorial en las protestas sino, dicho por ellos mismos, había una actitud destituyente. Buzzi aclaraba que todo lo que hacían era para desgastar al gobierno de Cristina. O Biolcatti y Grondona pregonando que el 29 vamos a tener un nuevo presidente. O Macri, que vocifera que el kirchnerismo está agotado y por eso vamos a una transición ordenada, civilizada. Quieren atar de manos a este modelo inclusivo para que no siga profundizando sus medidas, y así distribuir la riqueza a favor de los sectores concentrados. De Narváez lo definió claramente cuando se le escapó eso de que va a eliminar las retenciones a la soja. Cuando le preguntan cómo cubre el bache de ingresos, explica que con ajuste. O sea, con la receta de siempre.
—¿No alcanza la mera comparación de cómo estábamos en 2003 y cómo estamos ahora para que la mayoría de los argentinos ratifiquen este modelo?
—Ocurre que la acción de esos sectores de poder económico pasa por las empresas de comunicación, que ya no prestan servicios sino que son parte de esos intereses. Con esto tratan de engañar para que la gente acuda a votar confundida. Se caen las finanzas en todo el mundo y nosotros no tenemos crisis financiera.
Es tarea de la militancia dar esta pelea, porque esos son los dos modelos que hay en Argentina. Basta ver los candidatos en Capital, cuadros formados en los organismos financieros de crédito con un hombre de la banca Morgan y el Fondo Monetario como Alfonso Prat Gay o una mujer formada en el Banco Mundial como Gabriela Michetti. Así queda claro cuál es la ideología que los nutre y son tan primitivos en sus planteos, que Prat Gay anuncia que debemos volver al Fondo Monetario: regresar a una Argentina donde el FMI nos diga qué es lo que tenemos que hacer. Entonces, me parece que están muy claras las cuestiones en juego. Cualquier argentino, en especial los de clase media, que fueron quienes más se beneficiaron con esta recuperación, debería pensar cómo estaba allá en 2001/2002, cómo estaba Buenos Aires con todos sus negocios cerrados, sin noche porteña y sin movimiento en todos los barrios. Y ver cómo estamos hoy a pesar de Macri, que en Capital ya nos muestra ese intento de volver a los ’90.
—Es evidente que el neoliberalismo fracasó. Eso da una ventaja que no se tuvo en la década del ‘80, cuando nos vendieron ese modelo como el paraíso.
—El neoliberalismo no solo se desmoronó acá sino en el mundo. Y como no lo pueden explicar, ningunean la salud nuestro modelo. Somos uno de los países donde menos se sufrió el impacto de la crisis internacional. Lo admiten los organismos financieros y lo dijo la CEPAL hace dos semanas. En un momento en que prestigiosos economistas, como el premio Nobel Paul Kruger, anticipan que se llegó al piso de la crisis internacional y los países desarrollados hasta pueden llegar a crecer en lo que resta de este año, acá muchos argentinos no sintieron la crisis más importante de la historia. Esto ocurrió sin que se reflexionara que es por obra de la aplicación de políticas correctas en nuestro país. Los medios no cuentan el drama que ha generado esta crisis en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, se preocupan si hay 200 supuestos despidos en una empresa acá, cuando afuera han sido por millones. Tampoco rescatan que Argentina es el único país donde los trabajadores estamos discutiendo salarios. Y esto es fundamental, porque en el modelo que hemos asumido nosotros el salario es una herramienta central, lo que garantiza la equidad social, ya que si no hay buenos salarios no hay consumo, ni producción y así no hay empleo. Esa realidad nos marca que estamos en el camino correcto.
“Todavía hay argentinos que no han recibido los beneficios de la recuperación”
—¿Por qué el movimiento obrero está mucho más representado en las listas que en otras elecciones? No solo en el oficialismo, sino en varios partidos.
—También es mérito de este modelo. Mientras primó el modelo neoliberal, los trabajadores o los dirigentes sindicales eran una traba en el Congreso, porque si la política era destruir el trabajo y las organizaciones sindicales para avanzar sobre los derechos de los trabajadores, la presencia de dirigentes sindicales incomodaba. Hubo una campaña tremenda para desprestigiar a los sindicatos, para quitarles legitimidad ante la sociedad. Desde 2003 se ha recuperado la cultura del trabajo y las organizaciones sindicales se han fortalecido, y queda claro que han vuelto a ser la columna vertebral del movimiento popular. Entonces es lógico que vaya recuperando su lugar en el congreso de la Nación rompiendo una discriminación insoportable, propia de sistemas excluyentes.
La importancia que da la recuperación del trabajo quedó demostrada por esa manifestación maravillosa y multitudinaria del 30 de abril. Ahí se vio cómo las organizaciones sindicales recuperaron la calle. Y no en una marcha de protesta sino para defender los derechos, el salario y este modelo de Argentina que a millones de trabajadores les permitió recuperar el empleo y la dignidad. Nosotros pensamos que hay que consolidar esto en las elecciones y profundizarlo porque todavía hay argentinos que no han recibido los beneficios de la recuperación.
CTA, Proyecto Sur y peronismo porteño
—Vos en un acto lo invitabas a Tito Nenna para que, como CTA, se vuelva a sumar a la CGT. ¿Cuál es la posición de la CGT sobre la personería gremial de la CTA? ¿Es posible la unión de la CGT, incluyendo a los sectores que están a su derecha?
—Para mí está claro que los trabajadores requieren la unidad de las organizaciones sindicales, no la fragmentación. Esto es natural, se percibe y se intuye que si no están unidos el poder del capital concentrado los utiliza. A mí me parece que hubo momentos de fragmentación en la Argentina, donde se dividían hasta las Madres de Plaza de Mayo. Allí uno hubiera pensado que era lógico que hubiera división en el movimiento sindical. Nosotros, en un momento, nos separamos de la CGT y jamás quisimos armar otra central porque nuestro objetivo era recuperarla. Nunca el MTA se planteó cambiar el modelo sindical. Me parece que hoy claramente asoma un proyecto nacional y que el desafío no pasa por reconocer dos o tres o más centrales sino por dar el debate para unificar. Y para eso hay que tener coraje. Por eso yo dije lo que dije con respecto a Tito, con quien me encanta compartir la misma lista. Es lo que necesitan los trabajadores y el movimiento nacional. Fijate que hay sindicalistas en otras listas, pero que son funcionales al modelo contrario. Tanto en la CTA como hay compañeros de la CGT por otro lado.
—¿Te referís a la lista de Proyecto Sur?
—Basta con ver cómo lo reciben en los medios a Pino Solanas y ya te das cuenta para quién está jugando. Si él por su ego exaltado no se da cuenta de eso… pero se da cuenta, porque ha estado en programas que le han planteado cosas y ha estado muy contemplativo. Pensar que va a poder estatizar las minas, las tierras y llevar la revolución con el apoyo de los grupos concentrados de poder, me parece por lo menos ingenuo. Creo que por una visión muy egocentrista está siendo funcional a una estrategia: quitarle votos por izquierda al proyecto nacional y popular. Y ahí hay dirigentes sindicales de la CTA en esa línea de acción. Son momentos en que a la Argentina no se la debe ver desde el propio ombligo. Hay que tener en claro lo está en juego hoy: si se consolida este modelo o no. Una vez que se consolide, ya aparecerán las distintas estrategias para mejorarlo. Por eso, más que los aportes que hace Pino Solanas, son más preocupantes los silencios: porque no habla de las retenciones, del papel de los medios concentrados de comunicación, ni del significado de la estatización de los fondos de las AFJP. No habla de una serie de cosas que se han conseguido y valora algunas así, en el aire, para justificar. Y si no tenemos los votos en el Congreso no profundizaremos el modelo. Y la alternativa a Cristina no es Pino Solanas, ni Lilita Carrió o De Narváez.
—Es el poder concentrado, que no va a permitir que se distribuya la riqueza sin pelear.
—Claro. Solanas es un buen compañero y cineasta, pero esto se milita, la realidad no se ve en una película. Una vez que se producen los cambios, se pueden filmar. La realidad es más compleja que una película.
—¿Esta división habla de la crisis del peronismo en la Capital? ¿Qué aporte va a hacer el movimiento sindical en este sentido?
—Nadie siente con más fuerza el peronismo que los trabajadores, así que nuestra tarea es levantarlo del letargo que está en la ciudad de Buenos Aires, donde fue vergonzante mucho tiempo. Como digo siempre: el peronista, si no habla desde su identidad, no convence a nadie. Para eso hay que recuperarla en un distrito que nunca fue fácil, pero en donde se puede armar un frente plural que vaya representando todas las fuerzas que se van alineando en esta nueva etapa del movimiento nacional y popular.
Yo digo siempre que no basta con decirse peronista, hay que pasar un examen sobre los actos en defensa de las cuatro banderas: Justicia Social, Soberanía Política, Independencia Económica y Unidad Latinoamericana. Este gobierno pasa ese examen, pero a lo mejor otro lo puede hacer mejor. Ahora, todos los que se dicen peronistas y no pasan estos cuatro puntos, no lo son. Digámoslo con todas las letras: es vergonzoso que haya quienes se dicen peronistas y apoyen a Gabriela Michetti y a Mauricio Macri, como los que apoyaron a Menem. Es absolutamente insoportable.
La agenda legislativa
—¿Dentro de la agenda de la CGT para el Congreso figura combatir el trabajo en negro?
—Nosotros, cuando presentamos un proyecto de ley en los ’90, hablábamos de la creación del fuero penal laboral, porque quien actúe en fraude al Estado y no solo al trabajador sino a la seguridad social, tiene que tener una sanción mucho más que pecuniaria. Además tiene que haber una acción estatal y de los sindicatos combatiendo al trabajo en negro. El Estado hizo mucho, porque otorgó ventajas al blanqueo. Si a pesar de esos beneficios hay sectores que no recapacitan… hay que hacer algo. También tenemos que mejorar las asignaciones familiares, para que vuelvan a tener la incidencia en los salarios que tuvieron en la época de Perón, donde no eran un pago al trabajo, sino la garantía al acceso de cierto nivel de dignidad y la promoción de la familia.
—¿Carlos Heller puede ser el ariete para ir por la ley de entidades financieras?
—El ariete es la profundización del modelo. Para mí, se tienen que eliminar todas las leyes de la dictadura militar, y esa no es menor: formaba parte de la arquitectura central de la dictadura y del modelo de sociedad al que aspiraban. Era reemplazar la economía real por la virtual de la usura financiera. En aquel momento eran lo mismo caramelos que acero. Ese era el lema de los que querían dar vuelta la página de la historia, como dijo José Alfredo Martínez de Hoz. Esa legislación permitió el saqueo constante de los que se llevan la plata de la Argentina. Los bancos privados están sentados arriba de montañas de dinero, girándolas a sus casas matrices y no cumplen la función de propender al desarrollo económico de la sociedad. Hoy, sería acompañar el crecimiento y sostener los niveles de consumo, que es mantener en funcionamiento la economía y prestar para fomentar la inversión productiva. Sin embargo, se manejan con tasas usurarias. Debe haber una legislación que enderece el sentido de las entidades financieras y el aporte del capital privado. Que se haga negocios sí, pero a costa de entregar algo al desarrollo de nuestro pueblo y para los objetivos que tenemos como argentinos. A 25 años de democracia es injustificable que siga vigente alguna ley que provenga de la dictadura.
—¿Como la ley de medios?
—Todos los que se llenan la boca con la libertad de expresión, ¿qué calidad institucional puede haber cuando todavía hay leyes de la dictadura vigentes? Ahí queda claro que se habla de la libertad de las minorías. Por eso siempre digo que el pueblo no tiene libertad sino accede a la justicia social. El que no tiene trabajo, salario digno, vivienda, salud y educación no la tiene porque está urgido por las necesidades que le impiden pensar. La consigue cuando adquiere un modo de vida con sus necesidades satisfechas, entonces puede pensar otra cosas. Ahí es libre. En Argentina, las cifras de desocupación bajaron al 8%. Todos los economistas y sociólogos explican que cuando se baja a esa cifra, es cuando los trabajadores adquieren la libertad de poder discutir. Cuando vos tenés un ejército de desocupados, que fue la trampa del neoliberalismo, existe una presión que te impide discutir por libertad, porque siempre temés quedarte sin empleo. Ahora el panorama cambió. Nosotros venimos siguiendo en Capital las estadísticas del foro laboral y las mayorías de los despidos que entran son indirectos. Es decir, obreros que se consideran despedidos porque en realidad tienen un trabajo al cual acceder, es ahí donde empieza la libertad. En los ’90 los hechos eran peores que las leyes, que solo iban acompañando y corriendo la cancha. Con este modelo que iniciamos en el 2003, los que marcamos la cancha fuimos los trabajadores.
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