“Respetaremos la decisión del Congreso sea cual fuere, no venimos a apretar a nadie”, arengaba el ex Presidente Néstor Kirchner a la multitud que colmó la Plaza de los Dos Congresos. Una nueva batalla por las retenciones móviles seguía su curso, esta vez cerca del Congreso Nacional. Esa declaración de principios fue festejada por la gente que desde temprano abarrotó la histórica plaza.
El movimiento comenzó por la mañana de ese caluroso martes, inusual para la época. Las columnas de manifestantes se fueron incrementando pasado el mediodía y para las dos de la tarde la plaza mostraba un lleno total. Las personas que llegaron después empezaron a acomodarse por Avenida de Mayo hasta 9 de Julio y también por las calles paralelas. De todos los rincones del país llegó gente para apoyar las medidas del gobierno. Carteles de Santa Fe, Chaco, Entre Ríos, Salta, Jujuy y otras provincias se mezclaban con los llegados del conurbano bonaerense. Una bandera con el duro gesto de un indígena daba cuenta de la llegada de la Organización Tupac Amarú de San Pedro, Jujuy, perteneciente a la CTA. Rostros curtidos por el trabajo y la dura vida en la Puna marchaban alineados y eran observados por unas turistas orientales en el balcón de un Hostel de Rivadavia y Montevideo.
De repente brotó un aplauso espontáneo y se vio aparecer a la columna de las Madres de Plaza de Mayo, inconfundibles con sus pañuelos blancos y sus banderas azules con la consigna: “Madres, ni un paso atrás”, y con un afiche con la imagen de los cuatro dirigentes ruralistas que declamaba: “No siempre se mata con las balas”. También estaban los que individualmente daban su presencia en el acto y llevaban pequeños carteles hechos a mano. Una mujer de rulos negros llevaba uno que decía: “Viva la democracia que me permite expresarme”.
Marta y Laura se calzaron dos máscaras de animales y portaban una pancarta en contestación a la poco feliz frase de Mario Llambías, en la que trató a los manifestantes de esta movilización como parte de un zoológico. La graciosa respuesta de las chicas venidas de Tigre fue: “Zoológico Presente, tiembla Llambías”.
Como es su costumbre el Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, apareció entre la multitud e hizo su ingreso a la Plaza por la calle Montevideo. Otro que trataba de pasar desapercibido era el escritor e historiador Norberto Galasso. Cuando era reconocido, escuchaba un —“Aguante, Maestro”—, que no contestaba más por timidez que por falta de cortesía.
Sin embargo, los mayores protagonistas eran las personas de trabajo, esas que se notan que llevan lo puesto, esos que si no tienen un gobierno que los defienda no cuentan con la posibilidad de poder cambiar su historia y al menos ganarle una batalla a la miseria. Ellos no conocen de lobby y solo pretenden vivir dignamente. Como Juan, que llegado de Moreno solo quería “vivienda, trabajo y un futuro para mis hijos”. Ramón de Fiorito esperaba que “alguna vez nos tocara algo a los pobres. Esta gente (por el campo) quiere que comamos las sobras para que ellos puedan exportar todo lo bueno”. La gente sencilla se mezclaba con otros de clase media como Sergio, de Caballito, al que le importaba “bancar al gobierno popular y a los compañeros Néstor y Cristina”. O Mauricio que vociferaba a los gritos “De Angeli mostró su verdadera cara cuando dijo que el lomo debía costar 80 pesos”.
Cuando nadie lo esperaba comenzó a sonar el Himno Nacional. Mucha gente tomó conciencia de que empezaba el acto y buscó posiciones definitivas en la plaza.
El gobernador de Entre Ríos, Sergio Uribarri, recordó en su discurso que cuando "los usureros hacían cola para comprarle la tierra a los chacareros por un precio vil" porque se les venía el remate fue Néstor Kirchner el que los sacó de esa situación. Después llegó el turno de gobernador bonaerense Daniel Scioli que abogó para que “estemos todos unidos y convencidos de que éste es el camino”.
Sin embargo, todos esperaban las palabra de Néstor Kirchner. Al contrario de lo que muchos esperaban no se trató de un discurso confrontativo, aunque dejó muy en claro la posición del gobierno en esta puja. Repasó los logros de su administración, en cuanto al país que encontró y el que traspasó a su esposa. Defendió al actual gobierno y explicó el compromiso que tiene Cristina en la consolidación de un país distinto para todos los argentinos.
Promediando el discurso de Kirchner, espontáneamente, desde la masa empezó a surgir la consigna: “Olele, Olala, si este no es el pueblo, el pueblo donde está”. Después, al ver por televisión las imágenes de la gente que formaba parte de la “otra” manifestación, no quedaban dudas de dónde estaba el pueblo.
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Por Roberto Koira para Revista Zoom
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