Integró el plantel que ganó el Mundial Juvenil 79. Tiene un primo desaparecido. Y el día en que el plantel volvió de Japón, en medio de la recepción triunfalista, su tía fue apaleada.
Era septiembre de 1979. El país se desangraba con una dictadura que daba forma a dos Argentinas: la oficial del no te metás y la clandestina de los desaparecidos. En medio del horror silenciado, unos chicos atorrantes ganaban un Mundial Juvenil en la lejana Tokio, donde poco se conocía de ese deporte llamado fútbol. El día en que llegaron los juveniles campeones había que mostrar el país oficial al mundo. Por eso desalojaron a palazos a las Madres que se reunían todos los jueves en la Plaza de Mayo. Entre los ilustres pibes de Japón estaba Jorge Piaggio, un aguerrido defensor que daba sus primeros pasos en Atlanta. Su primo José Delpozo había desaparecido a los 20 años, en 1978, mientras cumplía con el servicio militar. Y su madre Elida, militante en las Madres, estaba ese día en la Plaza de Mayo, poniéndole el cuerpo a la represión. Tiempos de plomo que azotaron al país desde el 24 de marzo de 1976, hace ya -desde mañana- 24 años. Piaggio, a 20 años de aquella recepción, repasa imágenes que todavía le duelen. Fuimos utilizados. Nos fue a buscar un avión de la Fuerza Aérea a Brasil porque el nuestro tenía demora, pero nosotros teníamos que estar acá a la tardecita porque había una comisión de derechos humanos investigando. Nuestra llegada les venía al pelo y sacaron toda la gente a la calle, hicieron tal operativo que nosotros nos preguntábamos: ¿Tanto hicimos? -en ese instante Piaggio pone cara de asombro-. De Aeroparque nos llevaron en helicóptero a la cancha de Atlanta y de ahí en micro por todo Corrientes. La gente nos saludaba como en la visita del Papa al país. Había muchas cosas que ocultar. En la radio el Gordo Muñoz decía: salgan a recibir a los muchachos. Y después nos recibió Videla y nos dijo que éramos un ejemplo para la juventud argentina. Pero sin el manijón ese no sé cuánta gente hubiese ido. Creo que querían mostrar, como decía el eslogan, que los argentinos éramos derechos y humanos. Había que demostrarle eso a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos que estaba investigando sobre los desaparecidos, admite con un gesto de resignación. Hay un juego de coincidencias en el que Piaggio argumenta que el recibimiento post Mundial fue minuciosamente preparado. Cuando terminó el torneo, en lugar de viajar enseguida a Buenos Aires, a los jugadores misteriosamente les dieron unos días de descanso en Japón. Después el avión que los traía para Argentina (donde iba todo el plantel con excepción de César Menotti y Ramón Díaz, quienes se habían quedado en Europa con la Selección mayor) fue demorado en Río de Janeiro. Y por la tarde se presentó un avión oficial con el que finalmente pudieron llegar. Si hubiésemos seguido con el plan de vuelo original, habríamos llegado a la madrugada. En cambio, llegamos a la tarde y el recibimiento se produjo en una hora pico. Después del Mundial 79, Piaggio regresó a su pueblo, Conesa (entre Pergamino y San Nicolás), donde se enteró de lo que le había pasado a su tía en la Plaza de Mayo. Igual en esa época yo no comprendía mucho del tema, recién cuando regresó la democracia y empezó a saltar todo me di cuenta de que habíamos sido usados. Si la gente sale espontáneamente a saludar es otra cosa, pero también hubo muchas personas que decían que se levantaban temprano para vernos jugar y eso sí era auténtico. De su primo, a Piaggio sólo le quedan recuerdos de cuando jugaban juntos en Pujato, donde estaban radicados los Delpozo, aunque él tenía más afinidad con el hermano menor de José, Guillermo, de su misma edad. Cada vez que hablamos de esa época mi tía se emociona. Ahora se radicó en Conesa, donde con su marido y el hijo que le queda trata de aferrase a la vida. Pero no olvida el pasado. A los 40 años, Piaggio es encargado de compras de disquerías Chaltén y forma parte del grupo de jugadores que estuvieron en ese Juvenil de Maradona, Ramón Díaz y Cía. y no pudieron salvarse con el fútbol, como Rafael Seria (tiene un taxi en Capital Federal) y Alfredo Torres (es encargado de una pizzería en Luján).Aun así conserva su alma de futbolista cuando admite que aunque el ambiente te desplace yo voy a morir jugador de fútbol. Por eso, a pesar de todo lo que supo con el tiempo, rescata la legitimidad de ese título mundial para Argentina. El éxito final -razona a la distancia- fue manejado por los que en ese momento tenían el poder, pero a ese equipo la gente lo quería. Hoy, muchas veces, me sorprendo por el gran recuerdo que nuestro fútbol dejó en los hinchas. En Japón, Piaggio apenas jugó un ratito contra Argelia: entró por el lesionado Juan Simón en el segundo tiempo. Suficiente para sentirse parte de un notable éxito. Más allá de todo.
(*)Nota escrita por Roberto Koira y publicada en el diario Clarín el 23 de marzo del 2000. Ver archivo en www.clarin.com/diario/2000/03/23/r-01201d.htm/
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