jueves, 12 de junio de 2008

El lado oscuro del trabajo


El desempleo ha dejado de ser la principal preocupación para el mercado laboral. El mayor flagelo de la actualidad es el trabajo en negro. La informalidad no solo priva de beneficios previsionales, sino que incide en la estabilidad y fomenta la flexibilización.
Mientras continúa la disputa entre el gobierno y el “campo”, pasa desapercibido el eslabón más débil de esa cadena: el trabajador rural. La precariedad, el trabajo golondrina y la informalidad del trabajo en negro son sus horizontes más cercanos. Esta situación los lleva a no tener jubilación, obra social, aumentos de sueldos y los sume en una marcada flexibilización laboral.
Sin embargo, no sólo en las zonas rurales se vive esa realidad. En los grandes centros urbanos hay gran cantidad de trabajadores con una situación laboral informal. Según un estudio de la Consultora SEL acerca de la situación laboral y social de la Argentina, el desempleo ha dejado de ser un desequilibrio grave en la Argentina. Pero con respecto a la inserción ocupacional, hay una gran heterogeneidad de situaciones.
En el sector formal, el desempleo es una falla del sistema y se da principalmente como consecuencia de ciertas situaciones, que pueden ser de índole personal, patronal u ocasional. No es el caso del sector informal, donde la desocupación parece ser de carácter estructural y está arraigada como parte misma de ese sistema. Esto tiene que ver con los atributos de las personas, especialmente el capital humano, pero sobre todo con características inherentes a la propia ocupación.
Una diferencia fundamental entre un empleo formal y uno informal, aparte del registro de la relación laboral, está dada por el grado de estabilidad en el trabajo. Y esto se verifica cuando para los ocupados privados formales, la antigüedad promedio de un empleo es de 60 meses y en contrapartida, entre los informales, esa estabilidad es de 24 meses. Esto significa que la exposición al desempleo es mucho mayor en el trabajo en negro, lo que aumenta su flexibilización laboral y la presión por una mayor posibilidad de perder el empleo adquirido.
Esta mayor precariedad influye decisivamente en la rotación de un empleo hacia otro por parte de los asalariados en negro, como queda claro en el informe de SEL cuando explica que “hay grandes disparidades de la tasa de rotación según categorías de inserción ocupacional. En el sector privado formal (excluido el servicio doméstico) solamente el 9% de los ocupados cambia de empleo en el año; en el sector informal, la proporción se eleva al 44%. Esto es consecuencia de que, en este segmento, más de la mitad de los trabajadores tiene un empleo intermitente, de duración limitada. Entre los asalariados no registrados no estables, la tasa de rotación se eleva al 70% anual. Esto explica por qué su desempleo sigue siendo muy alto (como en el otro extremo del mercado, la tasa de rotación de los empleados públicos de apenas 3%, explica por qué su desempleo es muy bajo)”.
Por lo expuesto, no es un dato menor que se debe combatir al trabajo no registrado, ya que se ha convertido, hoy en día, en el mayor problema para los asalariados. Y esto va más allá de la pérdida de sus beneficios sociales, ya que para los registros del Estado estos trabajadores no existen. Una consecuencia a futuro de esta situación, dada la inexistencia de aportes correspondientes al sistema previsional, será que el trabajador en negro no tendrá derecho a percibir una jubilación. La desidia patronal al no registrar a su empleado, lo somete a una informalidad que denigra la calidad de su empleo y arroja en el agujero negro de la informalidad a todos esos años de trabajo.
Este caldo de cultivo fomenta el alto grado de rotación laboral dentro de los asalariados en negro. Esta tasa de rotación es más alta entre las mujeres, los no jefes, los jóvenes y los menos educados. En todos estos grupos, en los que hay una incidencia muy elevada de la informalidad, el desempleo es sensiblemente mayor que el promedio.
Lo que importa aquí no es tanto la duración del desempleo —por lo general corto por la ausencia de seguros sociales universales— sino su recurrencia; que está definida por la tasa de rotación. La intermitencia en el empleo es la forma en que se expresa la desocupación estructural en un país con informalidad extendida. En estas condiciones, una alta rotación es un indicador de la subsistencia de desequilibrios en el mercado de trabajo. Para que la movilidad laboral devenga en movilidad social ascendente, es necesario persistir en el esfuerzo de formalizar el empleo.
La ecuación es simple: cuanto más se blanquea el trabajo informal, más previsible se hace la estabilidad laboral.
El ritmo de los salarios
En el primer bimestre de este año los salarios del sector privado formal continuaron creciendo a un ritmo elevado: 26.7% respecto del mismo período del año pasado. Este aumento es anterior al inicio de la ronda de negociaciones, y refleja el pago de los bonos extraordinarios —no remunerativos— negociados a fines de 2007. La tendencia creciente de los aumentos nominales de salarios a lo largo del año pasado, que continuó en los inicios de éste, revela el acortamiento de la vigencia de los contratos colectivos, fenómeno claramente asociado a la aceleración de la inflación. En el primer bimestre de 2007, el aumento interanual de los salarios había sido de 19.5%; en el último bimestre había ascendido a 25.3%, y ahora ha sido mayor aún. Esto sugiere que los nuevos convenios firmados a partir de marzo con la pauta oficial de 19.5% (y posiblemente algunos puntos más en la letra chica) podrían ser revisados en el último trimestre si la inflación continúa acelerándose. De lo contrario, este año podría haber una caída del salario real por primera vez desde la salida de la crisis. Resultaría lamentable, ya que este modelo posibilitó que los trabajadores volvieran a conseguir un empleo y la recuperación de sus salarios.
A la par de la discusión salarial, un verdadero combate contra el trabajo en negro sería el camino para conseguir una sociedad más equitativa y que incluya a todos los argentinos.


Por Roberto Koira para Revista Zoom

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