La polémica sobre la discriminación en los hospitales porteños sumó esta semana un elemento que despeja cualquier duda. En la práctica, la prioridad es para los ciudadanos de Capital y al resto se le debe poner trabas. Parte de esta metodología quedó bien en evidencia con una reciente e insólita disposición que se observa a simple vista, pegada en la puerta del Hospital Ramos Mejía. La resolución informa “al público en general que a partir del día Lunes 09/06/08, se encuentra totalmente prohibido el ingreso del mismo a formar fila y/o sacar turnos en el interior Hospital antes de las 05:30 hs.” Y agrega: “Toda persona que desee ingresar deberá formar fila y esperar del lado de afuera manteniendo el orden y turno de llegada.” Paradójicamente, el comunicado está encabezado por una frase que hace unos meses inicia todas las notas oficiales: “2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos.”
Con este tipo de directivas se ha ido conformando un estado de situación que expulsa a todos aquellos pacientes que no viven en Capital. La respuesta brota casi de memoria: “tenés turno de acá a tres meses”. Lo explicaron los trabajadores de la salud: “es algo que está inducido, entonces la gente se empieza a ir”.
Como comentó una paciente, “ahora con esta disposición que obliga a esperar afuera, en época de frío, tener que esperar por el turno del hospital en esas condiciones va a producir que la gente no se quede”. “Es una política en contra de la gente del Gran Buenos Aires. Si me pone trabas a mí, que vivo a 6 cuadras, imaginate a la que vive en Moreno”, se quejó otra.
Para dar un panorama más claro está el testimonio de otro trabajador. “Se empiezan a achicar los turnos, las camas, el Hospital. A los lugares que no producen ganancias se les aplica el método comercial. Así, servicios que no funcionan hace 6 meses son servicios que ya no van a existir. Ahora, con la inoperancia y la conciencia de que ‘voy retirando lo que no me deja dinero’, se agudizó más la política de abandono hacia los hospitales. Esta realidad no sólo es la del Ramos Mejía sino la de todos los hospitales de la Capital”.
Hay gente que viene desde muy lejos y gasta mucha plata en viáticos. Por ese motivo se creó el boleto sanitario hace meses, ya que hay una ley que indica que lo tendría que pagar el hospital. Es una reivindicación que deriva de la crisis del año 2001 y que no se cumple. Como detalló una paciente, “todos los miércoles veníamos a hablar con el director del Hospital, e íbamos obteniendo determinadas reivindicaciones. De a poco, se perdieron todas. Esto se agudizó con Macri”.
La discriminación desde adentro
En algunos hospitales no se están atendiendo a personas que no están bañadas. Hay mucha gente que vive en la calle, y otra que viene desde sitios lejanos donde no tienen agua. La discriminación es constante. “La vez pasada vino un hombre que tenía una gangrena en la pierna, y no lo quisieron atender por no tener domicilio en Capital. Hace dos meses llegó un decreto de Macri ordenando que no se puede atender gente que no esté en el radio determinado para el Ramos Mejía”, expresó un enfermero del hospital de la calle Urquiza.
La discriminación parece haberse hecho carne en parte del personal. “Hay empleados administrativos que, por cuenta propia, hacen un listado para preguntarle a la gente dónde nacieron. Cuando les contestan ‘de Bolivia’ o ‘de Perú’, anotan. Y después andan diciendo ‘acá atendemos a todos los extranjeros y no a los argentinos’. Van tirando esa conciencia y logran instalar ese discurso”, relata otro empleado. En el Ramos, una chica peruana que estaba embarazada se descompuso y algunos empleados le recriminaron brutalmente “te hubieses hecho un aborto antes de venir a la Argentina”.
Una paciente sostuvo que “Macri es agente de una política que surge del Banco Mundial, que hace más de dos años decidió que el capital privado se trague a los hospitales públicos. Pero si se cierran los hospitales, ¿dónde va a ir a parar la gente?”, se preguntó. “Lo que no tiene Macri es estructura. Nos metió el verso de que tenía un equipo desde hacía 5 años que sabía hacer las cosas. No tiene ni idea de lo que es la gestión, porque en otros lugares también han hecho un desastre. Su metodología es: ‘de acá para adelante, Foja Cero’, y han cortado cosas sin tener idea. Ponen como escudo al vecino, diciendo ‘el vecino quiere esto’ y lo que él quiere es un hospital limpio pero sin gente. No es un problema de voluntad, es un problema político”, agregó un trabajador.
La falta de personal
Otra consecuencia es la lucha de pobre contra pobre y de trabajador contra trabajador, ya que la gente insulta muchas veces a médicos, enfermeros y secretarios por los inconvenientes en el Hospital. “Parece que hay un plan sistemático para destruir la salud pública. Me preocupa porque la gente, en vez de encarar su lucha contra el Gobierno de la Ciudad, se pelea o insulta a los médicos y enfermeros”. Uno de los problemas es la falta de personal. Por ejemplo, hay una sola secretaria para ocho médicos.
Un enfermero describió esta triste realidad: “lo que se ha visto en estos seis meses, desde que asumió Macri, es todo inoperancia. El Hospital perdió autonomía y ahora casi todo lo centraliza Salud Pública, con lo que aumentó la burocracia y se perdió toda operatividad. La actual crisis comenzó en febrero, cuando empezaron a faltar los insumos. Ahora, lo que se terminó no se está reponiendo. Hay una carencia de insumos muy grande”. Con esta política, los hospitales porteños hoy no tienen placas para hacer diagnósticos por imagen y faltan medicamentos, elementos de primera necesidad.
“Falta personal. Cuando una médica se cruza de un lado a otro los pacientes dicen ‘anda paseando’. No saben que está yendo a arreglar turnos con otros médicos. Esto no es casual, es una política general que se lleva a fondo”, explicó otro enfermero.
La problemática de los bajos salarios no está ausente. En el Ramos Mejía, según los testimonios recogidos, están los sueldos más miserables. Médicos y enfermeros tienen que salir corriendo hacia otro trabajo para llegar a fin de mes. Esta cuestión recarga de trabajo a los residentes y resiente la calidad del servicio, a la vez que reduce los costos. Un paciente graficó: “yo estuve internado en Cirugía. El único momento en que veía a los médicos era en su recorrida de las 9 de la mañana. Toda la sala funcionaba en base a los nuevos que, en su mayoría, no están remunerados, no les pagan ni siquiera la comida”.
Insumos insuficientes
El sistema de suministros se rige por el control de los costos. Se debe planificar lo que se va a gastar en insumos durante 6 meses, y después se manda el informe. Es decir, calcular con anterioridad lo que se va a usar. El grave inconveniente, como detalló un enfermero, es que “si en el medio tenés una catástrofe como Cromañón, y te gastás los insumos, tenés que esperar otros 6 meses para poder reponerlos. También, si no llegás a presentar el informe a tiempo directamente te quedás sin insumos. Ya pasó con servicios que no estaban enterados porque los jefes estaban de vacaciones, entonces ese servicio se quedó sin insumos, porque el informe tenía que salir antes de una fecha y no llegaron. En este momento los insumos que están faltando son: tela adhesiva, suero, medicamentos. Y tenemos un gran déficit de personal, ya sea médicos, enfermeros o técnicos”.
Los únicos insumos que se reponen son los vinculados a la atención de SIDA, epilepsia y tuberculosis, que dependen de la Nación. No ocurre lo mismo con el Plan Médico de Cabecera, que depende del Gobierno de la Ciudad.
Una mamografía implica una espera de hasta tres meses. Si se rompe el tomógrafo, como sucede en la actualidad, hacerse el estudio es toda una odisea. Viajar de un hospital a otro y llevar la lista de todos los hospitales, ya que en la mayoría no hay un secretario para dar el teléfono de otros nosocomios. Y en algunos casos, los teléfonos tampoco funcionan. “Con respecto al problema edilicio, hay cosas que se pueden arreglar con 2 pesos y otras que no. Tenés cocina, limpieza, mantenimiento. Pero está todo tercerizado. Dicen que tienen 40 empleados y en realidad tienen 20. Nunca son eficientes. Con respecto a la comida también, fijan un presupuesto y los empleados se tienen que adecuar”, resumió otro testimonio.
Pequeñas historias y grandes desbarajustes de un gobierno que vino a enseñarnos cómo hacer las cosas en la ciudad y en la mayoría de las materias se saca un cero.
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Por Roberto Koira para Revista Zoom
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