martes, 7 de diciembre de 2010

Eran tiempos dorados, un pasado mejor


El cronista justicialista retoma su costumbre de bucear en la historia deportiva que forjara Juan Domingo Perón. Por eso rescata los Juegos Panamericanos de 1951, cuando la Argentina superó en el medallero a los Estados Unidos. Una buena razón para repasar la épica historia.

Por Roberto Koira para Revista Un Caño

¿Fue alguna vez la Argentina una potencia en crecimiento? Durante años se discutía en el país sobre el tiempo que llevábamos sin medallas de oro en los Juegos Olímpicos. Poco interés despertaba el pasado Panamericano. Muy en especial, aquella historia que culminó con 154 medallas, 68 de ellas de oro, 47 de plata y 39 de bronce, muy por encima de Estados Unidos, país que terminó en el segundo lugar.

Ocurrió durante los primeros Juegos Panamericanos que se celebraron en Buenos Aires entre el 25 de febrero y el 8 de marzo de 1951. Solo Cuba, en La Habana 91, pudo repetir la hazaña de mirar desde arriba a los yanquis en el medallero.

El gobierno de Juan Domingo Perón, todavía en su primer mandato, cumplía la premisa de dar al fomento deportivo un gran impulso desde el Estado. Pero la prehistoria de este relato arranca en el Primer Congreso Deportivo Panamericano (agosto de 1940), que fijó la realización de aquellos Juegos en Buenos Aires para 1942. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impidió que estos se celebraran, y hubo que esperar hasta el II Congreso Deportivo Panamericano (Londres, 1948) para ratificar la sede y fijar la fecha para principios de 1951.

El 25 de febrero, Perón y Evita inauguraron el evento continental en la cancha de Racing frente a 100.000 espectadores. Veintiún países de América enviaron a 2.513 atletas para que competir en dieciocho deportes.

Norberto Zen, integrante del seleccionado de béisbol en esos Panamericanos y director de Deportes de la Municipalidad de Buenos Aires entre 1950 y 1955, recuerda que “Perón puso al país entero al servicio de estos juegos, e inventó este evento internacional. Como el Comité Olímpico dependía de las organizaciones internacionales y él quería tener las manos libres, porque era un hombre de acción absoluta, decidió crear la Confederación Argentina de Deportes. Fue una movida de Perón para organizar todo desde allí. Y lo puso al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Rodolfo Valenzuela, como titular. Así, todo pasaba por la Confederación, y el Comité Olímpico solo colaboraba en lo que se lo dejaba participar”.

“En la época de Perón había en la Federación Argentina de Básquet un millón de chicos federados, y en la actualidad hay 70.000. Ahora nos regodeamos con lo que está pasando y en el ´50 ya éramos campeones mundiales. Todo eso lo hizo Perón. Yo, como Director de Deportes de la Municipalidad, me veía con él casi todos los días. Me decía: `me critican porque doy una motoneta de premio o porque a Delfo Cabrera le di una casa cuando ganó la maratón, y resulta que en Estados Unidos al que gana lo designan en la Universidad; y en Rusia, lo ascienden de grado en el ejército’.

Delfo Cabrera fue el abanderado de la delegación argentina en la ceremonia de apertura. El basquebolista y campeón mundial Oscar Furlong izó la bandera olímpica y el atleta griego Aristides Roubanis encendió el primer pebetero panamericano de la historia.

Las obras que se realizaron fueron el nuevo estadio de Racing, el Velódromo Municipal, en el Parque 3 de Febrero, y la Villa Olímpica, en el Centro Recreativo de Ezeiza, donde se alojó la delegación argentina. La avenida General Paz, entre Puente La Noria y Avenida del Libertador, fue el escenario para las pruebas ciclísticas de ruta, la prueba de Marcha y la tradicional Maratón. La cancha de Huracán fue una de las sedes del fútbol. Los Hogares de Transito Nº 2 y Nº 3 (donde hoy está el Museo Evita), alojaron a las delegaciones femeninas y el Hogar de la Empleada Libertador Gral. San Martín, fue el comedor de las deportistas.

Se refaccionaron el Luna Park (básquet y boxeo), los estadios de River Plate (atletismo y ceremonia de Clausura), Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (atletismo, gimnasia y natación), Independiente (fútbol), el Teatro Casino (pesas), el Lawn Tenis Club (tenis), la pista del Tigre (deportes acuáticos), el Tiro Federal y el Colegio Militar, convertido en Villa Panamericana de los atletas varones extranjeros. En las piscinas al aire libre del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), se compitió en natación, saltos ornamentales y waterpolo. Allí, Brasil obtuvo la medalla de plata en waterpolo, con un joven Joao Havelange en el plantel.

Jorge Canavesi, fue el técnico del equipo de básquetbol que logró la medalla de plata. Hoy admite que “había una conmoción muy grande: habíamos ganado el Mundial del ´50 y Estados Unidos mandó entonces una selección de primer nivel. En la final, perdimos por 7 puntos contra ellos. A nivel del gobierno había un impulso muy importante, fue un golpe político importantísimo. Nos lucimos porque Argentina nunca había tenido una oportunidad de esa naturaleza. El gobierno de Perón apoyo mucho; estábamos todos convencidos de lograr grandes triunfos. Nosotros estábamos en Ezeiza y nos habían hecho un tablero muy débil, la pelota se quedaba pegada abajo… Un día nos vino a visitar Perón y Evita a la concentración, y yo les dije que ahí no se podía jugar. Me contestaron que me fuera adonde estuviera más cómodo. Terminamos en el Instituto de Educación Física de San Fernando”.

“No fue casual que Argentina ganara los Juegos por sobre Estados Unidos, Brasil y Cuba. Los estadios reventaban de público. Jugamos en el Luna Park y era una congestión maravillosa, siempre lleno. Había motivación política, y el peronismo generó una unidad en ese sentido que fue muy positiva y se transmitía a la familia”, describe esta gloria del básquet argentino.

Fulvio Galimi, es uno de los más destacados esgrimistas argentinos de la historia. En los Juegos, obtuvo medalla de plata. Se emociona cuando habla del clima de época: “vivíamos un año excepcional. El gobierno apoyaba al deporte, y todos los chicos querían ser deportistas y seguían a las grandes figuras. No es como ahora, que los chicos se orientan hacia otras cosas. En Buenos Aires, donde se realizaron los Juegos, y en toda la Argentina se vivieron quince días de gran fervor deportivo. Todo el mundo hablaba de eso. Era el mismo fervor que se vive en las Olimpíadas. Uno de los logros de la organización fue la participación de Estados Unidos, que vino con un gran equipo, pese a que existían algunas dificultades de relación bilateral”.

“La experiencia de los Panamericanos 1951 sirvió luego para los juegos del ´55 en México. Si bien la Argentina participó con una cantidad mucha más reducida de atletas, tuvo también una muy buena actuación: quedó segunda detrás de Estados Unidos”, rescata Galimi.

Para el esgrimista, las razones del bajón argentino son políticas: “el problema empezó cuando la revolución del ´55 inhabilitó por su apoyo al peronismo a una gran cantidad de deportistas, entre los que figurábamos mi hermano (Félix Galimi, también esgrimista) yo, Mary Terán de Weiss y el equipo de básquet campeón del ´50, suspendido a perpetuidad junto con nosotros. Eso significó un agujero negro en el deporte argentino, y costó mucho tiempo recuperarlo. En ese tiempo, Argentina se quedó estancada en el deporte y los demás países avanzaron”.

Pero su memoria vuelve al ´51: “en esos juegos hubo una gran cordialidad; en esa época no existía la Secretaría de Deportes y todo se manejaba a través del Comité Olímpico y la Confederación Argentina de Deportes, que se habían unificado para la ocasión bajo la presidencia de Valenzuela, quien, además, era un buen esgrimista. Lo emocionante e interesante fue la llegada que tuvo el deporte en el pueblo. La gente tenía una noción de un estilo deportivo de vida. Lamentablemente, después esto se frustró con cosas impensadas para quienes vivimos esos gloriosos años”.

La última perlita queda para la carta que recibían los deportistas argentinos el día anterior a cada competencia:

“Amigo deportista: como usted, he sido joven y he sido deportista, por eso puedo escribirle como compañero y como argentino. Defender los sagrados colores de nuestra bandera en una justa deportiva presupone el mismo honor y el mismo sacrificio que hacerlo en cualquier otra ocasión. A la Patria se la defiende de una sola manera: con toda el alma, con toda la vida. Recuerde compañero que en esa defensa usted es la síntesis de todo un pueblo. Es la expresión del poderío físico y espiritual de ese pueblo y de su raza. En usted estarán puestos los ojos y el corazón de todos los argentinos y de usted depende su alegría, su satisfacción o su tristeza. En los deportes, como en todas las cosas de la vida, se vence con la cabeza, se llega con el corazón y se llega aún más allá con la voluntad tenaz e inflexible de vencer. El cuerpo y su entrenamiento hacen el resto. Recuerde también que con el prestigio argentino defendemos el honor común que es nuestro sagrado patrimonio. El nos obliga a vencer pero a vencer bien. Un deportista que es capaz de vencer debe saber también perder. En ambos casos con honra. Ponga su fe en el éxito; persevere en prepararse, llame hasta la última reserva de su voluntad para ponerla en la prueba y espere confiado en la suerte que le auguro y no ha de faltarle si se ha preparado bien física y espiritualmente para luchar. Un gran abrazo”. Firmado: Juan Perón.

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