PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ACTO POR EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, EN EL SALÓN DE LOS PATRIOTAS LATINOAMERICANOS.
Muchas gracias; claro que sí; muy buenas tardes a todos y a todas; queridas Abuelas; queridas Madres; señores Gobernadores; distinguidos invitados: es para mí un creo inmerecido honor, en este Día Universal de los Derechos Humanos, 10 de diciembre de nuestro Año Bicentenario, presidir esta ceremonia tan maravillosa, en donde hemos distinguido a hombres y mujeres, como el Doctor Baltasar Garzón, que recibió el Premio Azucena Villaflor de Vicenti 2010; la distinguida jurista de Zimbabwe, que recibe el Premio Emilio Mignone, del Centro de Estudios Legales y Sociales, y finalmente nuestras Madres y Abuelas, todas ellas - sin distinción - que reciben el Premio del Bicentenario, esa maravillosa estatuilla de nuestra Pirámide de Mayo, que ellas tantas veces dieron vuelta durante años buscando a sus hijos y a sus familiares. (APLAUSOS).
Para mí también es un día difícil, yo siento que él hoy está aquí, en este Salón de los Patriotas Latinoamericanos (APLAUSOS), acompañándonos, junto a estos hombres y mujeres de distintas nacionalidades, de distintos orígenes étnicos, de distintos pueblos pero con ideal común y universal: la defensa irrestricta de los derechos humanos, algo que yo quiero agradecer a todos, los que trabajando en distintas etapas, aquellos que estuvieron aquí en 1979; aquellos hombres y mujeres que también se hicieron eco de las denuncias, a juristas como Baltasar Garzòn, que no dudó también en creer que esa justicia es universal, como todos creemos.
Esta - mis queridos compatriotas - es una Argentina diferente, es una Argentina que hemos construido entre todos, respetando la memoria, la verdad y la justicia y superando, creo, lo que muchas veces quiere hacerse aparecer en la sociedad como una contradicción, como que los derechos humanos fueran de un determinado sesgo ideológico. Y yo no me voy a cansar de repetir que los derechos humanos no son ni de izquierda ni de derecha; son simplemente - nada más y nada menos que eso - los derechos humanos, los que distinguen a la condición humana y los que nos hacen respetar la vida y la integridad personal y moral de cada ciudadano y de cada ciudadana en el marco de la Constitución y las leyes; la Constitución, las leyes, también nuestra democracia y también la generación de nuevos derechos sociales que permitan restituir también derechos que habían sido perdidos al trabajo, a la educación, a la seguridad. (APLAUSOS).
Muchas veces nos han querido - no sé si con intenciones o tal vez por falta de comprensión - hacernos aparecer como que como creemos en los derechos humanos no nos importa la seguridad, como si las dos cosas no estuvieran íntima y directamente ligadas. Cada vez que se ha violado un derecho humano se ha creado más inseguridad y más violencia en todas las sociedades.
Derechos humanos y seguridad son los términos de una misma ecuación, que nos permite vivir en democracia respetándonos, porque esta es la base que tenemos que dejarles a todos ellos. Nosotros ya hemos vivido gran parte de nuestra vida, pero todos ellos se merecen una sociedad mejor que las que nos tocó vivir a nosotros. Y fundamentalmente es en nombre de ellos y de ellas que tenemos que seguir trabajando.
Yo creo que también en esto de querer separar seguridad de derechos humanos hay también algunas contradicciones. Porque de repente algunos creen que a partir de prácticas violentas o de la mal llamada mano dura vamos a tener mayor seguridad. Y yo digo que hay una flagrante contradicción que por un lado se nos critica que se hayan derogado las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final y se juzgue a quienes cometieron crímenes atroces, y por otro lado, se pide pena de muerte para los que cometen crímenes comunes, hoy en nuestro país. (APLAUSOS).
Por eso en estos reclamos, creo que debemos ser muy coherentes y todos aquellos que defendemos la vida - y ustedes saben que yo defiendo la vida en todo y en el más extenso sentido de la palabra - créanme que tengo un compromiso muy grande con los derechos humanos y con la seguridad de todos los argentinos.
Por eso también he decidido que, en este Día Universal de los Derechos Humanos, anunciar a todo el país, y junto a todos ustedes como un símbolo de esto que estoy diciendo, la creación del Ministerio de Seguridad, que será separado del Ministerio de Justicia. (APLAUSOS).
Frente a este Ministerio de Seguridad estará una persona en la que tengo plena confianza por la labor que ha desempeñado y fundamentalmente por su compromiso con la justicia, con el derecho a la seguridad que tienen todos los ciudadanos de nuestro país, y fundamentalmente un compromiso también muy fuerte con el sistema democràtico.
El día miércoles, por la mañana, asumirá como ministra de Seguridad, del primer Ministerio de Seguridad, de la República Argentina, la Doctora Nilda Garré. (APLAUSOS).
Que la violencia no sirve para crear más seguridad lo hemos visto en oportunidades muy diversas, en la República Argentina, pero si queremos a fuerza de ser sinceros también, en los últimos días, donde puede haberse visto como un ejemplo de mano dura un desalojo, que finalmente terminó peor de lo que empezó. Esto demuestra, no desde la ideología, no desde las convicciones para los que no crean en estas cosas, sino de los resultados que frente a cuestiones sociales, inclusive aquellas cuestiones sociales que también admitimos pueden estar siendo manipuladas interesadamente por alguien, exige - por parte de quienes tenemos la responsabilidad de conducir el Estado - un equilibrio, una paciencia y una articulación que impida generar o incitar más violencia o más enfrentamiento entre los argentinos. (APLAUSOS).
Esa es la primera responsabilidad que tiene un gobernante; el orden público debe ser custodiado, pero el orden público no puede ser custodiado a partir de cobrar vidas de seres humanos, porque deja de ser público para transformarse en algo diferente. (APLAUSOS). Y esto no significa - soy abogada - desconocer los atributos del Estado, el ejercicio del monopolio de la fuerza por parte del Estado, significa simplemente tomar cuenta y nota de nuestra historia y de lo que pasó en cada oportunidad, que se pensó, aún ante situaciones en que podían verse como razonables actuar así, que el resultado siempre fue inversamente directo a lo que se buscaba, que era lograr paz y orden. Porque la paz y el orden están vinculadas, fundamentalmente, a que le aseguremos a todos, y cuando digo a todos, es a todos, sus derechos.
Por eso creo que tenemos que ser todos muy equilibrados, muy racionales. Muchas veces se nos ha reprochado, tanto a quien fuera presidente de los argentinos, desde el año 2003, hasta que me tocara asumir a mí, de que no reprimíamos manifestaciones sociales. Hemos tenido costos políticos - como normalmente se suele utilizar en la jerga de los políticos - muy altos. Pero creemos que esa es la senda y los últimos hechos vuelven a confirmar que no estábamos equivocados, que es necesario agotar todas las instancias, todas las paciencias y todos los tiempos antes de evitar violencia.
Ese es el compromiso, que sé que va a tener la ministra de Seguridad, en cuidar también la seguridad de todos los ciudadanos, a la que todos tienen derecho, en la República Argentina, todos, absolutamente todos. (APLAUSOS).
Pero no es a través del miedo, no es a través de enfrentar comunidades, que vamos a lograr seguridad.
Y en este sentido, yo quiero decirles a mis invitados, a los invitados de la República Argentina, que hoy nos acompañan, que este salón es el Salón de los Patriotas Latinoamericanos; este salón fue inaugurado, el 25 de mayo de esta año, con motivo de cumplir nuestro 200 años; sentados en estos lugares estaban los presidentes de Uruguay, de Paraguay, de Bolivia, de Chile, de Venezuela, de Brasil, que nos acompañaron y como ustedes verán también nos acompañan todos los líderes y fundadores de la Patria Grande.
Por eso quiero decirles a todos los argentinos que - como Presidenta de la Nación - no estoy dispuesta a que la Argentina se integre al Club de países xenófobos de este planeta. (APLAUSOS, los niños le entregan flores a la Presidenta). Gracias, gracias, gracias... los chicos son los chicos, no hay caso, los chicos son los chicos, y que lindo que sean así los chicos además. (APLAUSOS). ¿Por qué digo esto? Porque digo esto, porque en la historia... aquí nos acompañan Martin Luther King III, el hijo de Martín Luther King, símbolo, si lo hay universal en la lucha contra la discriminación y el racismo. Y yo sostengo - queridos compatriotas - que la xenofobia y el incentivar discriminaciones étnicas o religiosas o de cualquier naturaleza sólo ha servido para que la humanidad protagonice sus capítulos y sus historias más negras y fatales.
Por eso yo quiero llamar a todos los argentinos a la reflexión, a la reflexión profunda. Miren, soy hija de inmigrantes -todos somos hijos de inmigrantes- porque no soy descendiente de Luis XIV. Mis abuelos, como los abuelos o los padres de otros españoles, italianos y de tantas nacionalidades, bajaron de los barcos muertos de hambre aquí en la Argentina para venir a hacerse un hogar, también en lo que podríamos denominar "la última ola de inmigración", que es de la Patria Grande Latinoamericana, es decir, chilenos, uruguayos, bolivianos, paraguayos.
Como ustedes saben, la madre de Néstor es chilena y allá en Río Gallegos y en Santa Cruz, la inmigración chilena es la primera, pero hoy en Caleta Olivia, en Puerto Deseado, en Río Gallegos, en Calafate, hay comunidades importantes de ciudadanos bolivianos, paraguayos. Por ejemplo en Calafate, los ciudadanos bolivianos trabajan laboriosa y honradamente prácticamente todos en la industria de la construcción, como es en muchas partes. También me ha tocado recorrer la provincia de Buenos Aires y entregar subsidios a los agricultores periurbanos, muchos de ellos también de origen boliviano; muchas de las verduras y de las frutillas que comemos todos los días, las cultivan ellos en el Suroeste de la provincia de Buenos Aires; por otra parte, fuimos a visitar con Daniel Scioli a la niñita aquella que se había caído al pozo y que rescatamos y sabemos que sus padres trabajan la tierra.
En general, y por qué no decirlo, conocí también chilenos en el socavón de la mina Río Turbio; y por qué no decirlo, aquí en la Argentina, como en otras partes del mundo, los inmigrantes hacen las tareas y los trabajos que muchas veces los propios nacionales, porque han tenido mejor calidad de vida y mejores oportunidades, no los hacen.
Esto nos obliga a ser prudentes, a ser reflexivos, a no estigmatizar. Gente mala o que delinque, la hay de todas las nacionalidades, de todos los colores y de todas la religiones.
Por eso yo les pido a todos un gran esfuerzo de reflexión y prudencia. Y también, en nombre de todos los argentinos, aquí en este Salón de los Patriotas, pedir disculpas a algún país hermano si se sintió ofendido. Yo creo que no hay que ser igual, hay que ser diferente, en serio.
Yo quiero que cada uno piense. Yo, por lo pronto, en mi casa de Calafate tengo a María y a Ramón, dos maravillosos chilenos que cuidan hace años y quién no le fue alguna vez un albañil paraguayo o boliviano a arreglarle su casa, quién no tiene un encargado de edificio uruguayo, por ejemplo, los últimos dos encargados de edificio donde vivía aquí en Capital fueron uruguayos.
Por eso, les digo a todos que, antes de abrir nuestras bocas, abramos las cabezas y pongamos un poco el corazón y sepamos, definitivamente, que hay que hacer y seguir haciendo muchos esfuerzos para ir desarticulando, desarmando pacíficamente y con mucha paciencia los conflictos, aún aquellos que sabemos que pueden estar azuzados, dirigidos, orientados, como no me cabe ninguna duda, a intentar desgastar un gobierno para presentarlo como que no le importa la seguridad. Porque tengo mucho dolor en mi alma, pero afortunadamente el dolor no me obstruye las neuronas y todavía puedo pensar y razonar.
Entonces, cuando veo determinadas cuestiones, en fechas tan clave como este 10 de diciembre, como este tercer aniversario del inicio de mi gestión, yo no soy tan ingenua como para pensar que las cosas suceden por casualidad, en absoluto. Pero mi obligación como argentina y como Presidenta de todos, es, precisamente, llevar paz y tranquilidad, sin palabras ofensivas, sin incitar a la violencia o al enfrentamiento.
Por eso creo en la creación de nuestro Ministerio de Seguridad, del cual dependerán la Policía Federal, la Prefectura, la Gendarmería y también, obviamente, el Consejo Federal de Seguridad Interior, porque como todos ustedes saben, en cada provincia ese Consejo es el que lleva adelante, con sus ministros de Seguridad o de Gobierno, todo lo que es la política en materia de seguridad para coordinar una política coherente y efectiva para todos los argentinos.
Créanme que nada le interesa a esta Presidenta más que preservar la vida y el patrimonio de cada uno de los argentinos. Pero también, porque creo en Dios en serio y porque creo en el Evangelio en serio, sé que no puedo quitarle la vida a nadie para defender algo material, porque la vida nunca se recupera. Cuando te arrebatan la vida, cuando se te va un ser querido, nada lo puede reparar, nada ni nadie.
Y sé que tal vez, este sea el ámbito donde más comprendan mis palabras, porque siempre las he admirado mucho a todas ustedes, no solamente por los años de lucha, por la valentía, por arriesgar sus vidas, por esa terquedad, esa perseverancia. En realidad, lo que siempre más admiración me causó de todas ustedes, fue que nunca intentaran recurrir a la violencia, pedir venganza o pedir una pena de muerte; al contrario, las veo con sus pañuelos, con sus pelos blancos ya a muchas de ustedes, sabiendo que ya nadie les va a devolver lo les quitaron y eso hace redoblar mi convicción de que ese es el verdadero camino democrático, libertario e igualitario que una sociedad que se dice civilizada debe tener para lograr justicia. Ustedes son el más vivo ejemplo de que la venganza y el odio no sirven; que solo la Justicia es la que, finalmente, llega.
Por eso, en este Día Universal de los Derechos Humanos, en este Año del Bicentenario, a todos los argentinos, a todos, a los que les tocó perder un ser querido porque la vida se los llevó; a los que les tocó perder un ser querido por episodios de violencia, cualquiera fuera el origen de ella; a todos los que perdieron algo que nunca van a poder volver a recuperar, créanme que los entiendo como nadie y créanme también que voy a utilizar todos los instrumentos de la Constitución y de las leyes para que todos tengamos los mismos derechos en la República Argentina. Y cuando hablo de los mismos derechos, me refiero a todos los derechos que contempla nuestra Constitución.
Yo estoy muy orgullosa de las cosas que hemos hecho y logrado en estos años, pero todavía falta. Falta más igualdad, falta más equidad, más justicia, más seguridad y creo que entre todos tenemos que contribuir con responsabilidad, con un inmenso ejercicio de responsabilidad a que cada uno y cada una en el lugar que la ciudadanía nos dio con su voto popular, cumplamos con ese mandato y con ese rol, sin querer encontrar en otros culpables o responsables de lo que cada uno de nosotros no sea capaz de poder hacer o ejecutar. Esto es lo mínimo que le debemos a la sociedad.
Así que, muchas gracias, Madres; muchas gracias, Abuelas; muchas gracias, queridos invitados; muchas gracias, argentinos; muchas gracias, compatriotas y sigamos construyendo una Argentina más justa, más libre, más igualitaria y más democrática, sobre todo para ellos.
Muchas gracias. (APLAUSOS)
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